El compromiso del sistema inmunológico o “la baja en las defensas” en las personas con VIH no diagnosticadas o sin terapia adecuada, hace que la persona afectada sea particularmente susceptible a presentar una tuberculosis clínica, en el caso de que el individuo con VIH se exponga a la bacteria que la causa o esté ya infectado con ella.
La bacteria que causa la tuberculosis es el Mycobacterium tuberculosis, también conocido como Bacilo de Koch, en honor a Robert Koch quien lo descubrió en 1882. Esta bacteria se trasmite fácilmente cuando una persona con tuberculosis tose, habla o estornuda, ya que se liberan pequeñas gotitas o aerosoles con la bacteria que quedan suspendidos en el aire.
Cabe resaltar que el Mycobacterium tuberculosis no se transmite al compartir alimentos, platos, ropa o elementos de aseo con un individuo infectado. La principal fuente de infección son los aerosoles o pequeñas gotitas que se expulsan al toser, hablar o estornudar y que quedan suspendidas en el aire.
Por siglos, la tuberculosis ha acompañado a la humanidad, de hecho se estima que ha sido la responsable de más de 1000 millones de fallecidos a lo largo de la historia. En la actualidad la tuberculosis continúa siendo una de las 10 primeras causas de muerte a nivel mundial. En el informe Global de la Organización Mundial de la Salud, de diciembre de 2016 se informaron 10,4 millones de casos nuevos anuales de tuberculosis a nivel mundial, un 11% de ellos se presentaron en personas viviendo con VIH y se estimaron 1,4 millones de personas fallecidas por la enfermedad, 30% de ellas con VIH.
Se estima que un tercio de la humanidad estaría infectada (pero NO ENFERMA) con el bacilo de Koch, y hasta un 90% de las personas pueden controlar y contener la infección y no enfermarse, pero aquellas con otras patologías de base como por ejemplo la infección por VIH, desnutrición, diabetes, enfermedad renal crónica, terapia crónica con esteroides o terapias biológicas son particularmente susceptibles a progresar a una enfermedad.
Hay una recomendación en dos sentidos que todos debemos conocer: toda persona con tuberculosis debe realizarse una prueba de VIH y paralelamente, toda persona con VIH debe realizarse un examen para ver si ha estado en contacto con la bacteria causante de la tuberculosis.
Debemos sospechar la presencia de tuberculosis pulmonar en toda persona que tenga tos con expectoración de más de 15 días de evolución. En presencia de este síntoma la persona debe acudir al centro de salud más cercano en donde le harán, en forma gratuita, el estudio de expectoración o esputo (estudio de baciloscopia). Sin embargo, la tuberculosis puede afectar todos los órganos y sistemas y ocasionar otros cuadros clínicos; los enfermos pueden también presentar fiebre prolongada, pérdida de peso, sudoración nocturna, sangre en la expectoración, hematuria (sangre en la orina), disfonía crónica (ronquera crónica), meningitis, masas en el cuello y muchos otros síntomas. Pueden ser necesarios otros estudios y exámenes para demostrar la enfermedad.
Para conocer si una persona está infectada, pero aún no está enferma, se recomienda realizar una radiografía de tórax junto a la prueba de tuberculina o PPD, u otras más modernas como los IGRA (QuantiFERON-TB o T-spot).