A pesar de que cada vez se conoce más sobre las características biológicas del virus y como este interactúa con el cuerpo humano y causa el deterioro inmunológico tan significativo que caracteriza esta infección, todas las aproximaciones terapéuticas que se han desarrollado, gracias a este conocimiento, han permitido aumentar la calidad y la expectativa de vida en forma considerable pero no ha permitido desarrollar una cura definitiva. La incapacidad de lograr la eliminación total del virus se debe a varios factores, entre los que se destacan la gran capacidad de mutación que tiene el virus; en otras palabras, cada que el virus se replica tiene la posibilidad de cambiar su apariencia, es decir que algunas de sus proteínas son diferentes y eso hace que eventualmente ese “nuevo virus” no responda bien a los medicamentos antivirales y que el sistema inmune, encargado de controlarlo, no sea capaz de inhibir su replicación. La otra característica de esta infección que ha imposibilitado el desarrollo de una cura, es la capacidad del virus de mantenerse “escondido” en algunas células del sistema inmune, que se convierten en reservorios virales; en estas células, el virus permanece inactivo por largos períodos de tiempo pero eventualmente puede activarse y la célula empezar a producir partículas virales. Al permanecer “escondido”, el virus no puede ser atacado por el sistema inmune ni por los medicamentos antivirales que solo tienen efecto sobre las células que están produciendo virus en forma permanente. Por este motivo, en algunos pacientes que responden muy bien al tratamiento y logran una carga viral indetectable se sabe que siguen siendo portadores del virus y que permanecen los reservorios virales, manteniendo una replicación constante en los tejidos linfoides lo que eventualmente puede aumentar la carga viral en sangre. A pesar de estas dificultades, existen muchos estudios sobre el comportamiento del virus, en particular sobre los reservorios, que pueden generar en un futuro nuevas terapias para la infección.